Siempre he pensado que ir a casa de alguien, picar a la puerta y decir cuando te abren : “Buenas tardes, vengo ha hacerle unas fotos para una entrevista” es una acto que roza lo violento. Alguien que no conoces de nada, se presenta en tu casa y en breve te empieza disparar con su cámara, no es que digamos una situación muy cómoda, invade tu espacio vital y parece como si te quisiera robar algo con su cámara, algo muy tuyo. Por ello, cuando voy a casa de alguien a retratarle, intento dialogar un rato con ella, nunca llevo la cámara montada, prepararla me lleva algo de tiempo y me ayuda a ‘romper el hielo’ siempre y cuando la persona se siente incómoda.
Hay otras veces que el personaje, sin conocerte de nada, te hace sentir cómodo, te acompaña a un lugar apropiado donde hacer las fotos, te pregunta si la luz es adecuada para la sesión y sin darte cuenta le estas haciendo los primeros retratos fruto de su amabilidad, educación y bondad .
Por suerte en muchas ocasiones no voy solo, me acompaña un redactor que me ayuda ha hacer más llevadero el trabajo y la supuesta intromisión. Mi compañero se pone ha hacerle las primeras preguntas, libreta en mano, y yo empiezo a captar imágenes desde el anonimato a la amable persona, objeto de la entrevista, que me ha abierto las puertas de su casa y me ha tratado excelentemente.
Así recuerdo, lo a gusto que me sentí, cuando en el año 2004, fui a casa de Antoni Tàpies para fotografiarlo en ocasión de un entrevista para Mundo Deportivo y estas son algunas de las imágenes que tomé aquel día de un gran artista que nos ha dejado, que me trato excelentemente y que yo con estas líneas he querido recordar.
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