Justo a las nueve de la noche de ayer en su pequeño box electoral Sandro Rosell acompañado de toda su junta celebraba los resultados de la encuesta que le daban como virtual ganador de las elecciones a presidente del FC Barcelona. Empezaba entonces la noche de los abrazos.
Detrás de mi cámara, mientras disparaba, intentando inmortalizar el momento, recordé al instante las imágenes de las elecciones del 2003, cuando Joan Laporta abrazaba a los miembros de su junta y celebraba la victoria acompañado de Sandro, Bartomeu, Ingla, Ferrer, Soriano, Moix, Vicenç, Godall, Monés, Faus y a su mujer Constanza, también Sandro abrazaba ayer a su mujer Marta. Todo se repetía exactamente.
Acto seguido Sandro salió de su feudo electoral y fue al encuentro de sus actuales rivales electorales y anteriores compañeros de junta hacía siete años. Primero con Ingla, luego con Ferrer y finalmente con Benedito.
Aquellos abrazos rotos hacia tiempo, por las divergencias personales, por el desgaste o por yo que sé, que a mí se me escapa, se reconstruían de nuevo dejando de lado ‘dimes y diretes’.
Al final después del recuento oficial y del discurso de Sandro, parecía que todo había acabado, pero al fondo de la sala, al lado de una gran foto de la victoria en Paris de la Copa de Europa del 2006, estaba agazapado Joan Laporta esperando que Sandro abandonara la sala, como un león, esperando a su presa pero esta vez no para comérselo sino para fundirse en un abrazo inesperado, el último de la noche, el mismo que se habían dado en otra calurosa noche también del mes de Junio pero hacia siete años y muy cerca de allí.
Un abrazo distinto, seguro, pero esta vez de reconocimiento, de apoyo. Estoy seguro de que no había el menor ‘queda bien’ se percibía sentimiento y espontaneidad como deben ser los abrazos sinceros.
Ahora empieza otra etapa en la que también habrán abrazos y desamores pero esperemos que esta vez no se tengan que volver a reconstruirse en el futuro
Detrás de mi cámara, mientras disparaba, intentando inmortalizar el momento, recordé al instante las imágenes de las elecciones del 2003, cuando Joan Laporta abrazaba a los miembros de su junta y celebraba la victoria acompañado de Sandro, Bartomeu, Ingla, Ferrer, Soriano, Moix, Vicenç, Godall, Monés, Faus y a su mujer Constanza, también Sandro abrazaba ayer a su mujer Marta. Todo se repetía exactamente.
Acto seguido Sandro salió de su feudo electoral y fue al encuentro de sus actuales rivales electorales y anteriores compañeros de junta hacía siete años. Primero con Ingla, luego con Ferrer y finalmente con Benedito.
Aquellos abrazos rotos hacia tiempo, por las divergencias personales, por el desgaste o por yo que sé, que a mí se me escapa, se reconstruían de nuevo dejando de lado ‘dimes y diretes’.
Al final después del recuento oficial y del discurso de Sandro, parecía que todo había acabado, pero al fondo de la sala, al lado de una gran foto de la victoria en Paris de la Copa de Europa del 2006, estaba agazapado Joan Laporta esperando que Sandro abandonara la sala, como un león, esperando a su presa pero esta vez no para comérselo sino para fundirse en un abrazo inesperado, el último de la noche, el mismo que se habían dado en otra calurosa noche también del mes de Junio pero hacia siete años y muy cerca de allí.
Un abrazo distinto, seguro, pero esta vez de reconocimiento, de apoyo. Estoy seguro de que no había el menor ‘queda bien’ se percibía sentimiento y espontaneidad como deben ser los abrazos sinceros.
Ahora empieza otra etapa en la que también habrán abrazos y desamores pero esperemos que esta vez no se tengan que volver a reconstruirse en el futuro
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